miércoles, 21 de julio de 2010

Conversación Castor Villa E- mail


Castor:

Este frio carcome mis huesos... al igual que esta soledad le quita mil respiros a mis días, que cada vez son menos

Diana:

a mi el frio me carcome los pies

de tanto andar

de tanto esperar

Castor:

Están al borde de ser amputados... como algún día Sofía amputo mis sueños, pero se olvido de extirpar este corazón.

Diana:

afortunadamente … mientras tengas corazón podrás seguir ... los sueños son regenerativos.

Castor:

Claro... se regeneran... pero nunca serán los mismos

Pero estimada Flor, tienes toda la razón... este corazón todavía resiste muchas mutiladas.

Diana:

será el corazón un órgano regenerativo, como la lengua???

alguna vez tuve una caída en bicicleta y me rompí la lengua y en 8 días estaba completa.

eso podrá pasar acaso con el corazón ???

Castor:

Claro, el corazón se regenera de una forma extraña... pero de manera amorfa, late con otra intensidad, con otra furia y desgano a la vez... de esa forma caracteristica entre haberse sentido sin necesidad de corazón, porque creias que con un simple beso bastaba para vivir, ... pero luego te das cuenta que sigues siendo de carne, que existe un musculo que te mantiene vivo sin querer estarlo, pero al final de cuentas late a otro ritmo... eso que llaman cicatrices, que sanan, que hacen bulto, pero que determina como se ve venir un sístole y un diástole diferente.

Diana:

tu si sabes como dejarlo a uno en silencio no Castor!!! .. un silencio tambaleante y hasta jadeante.

Castor:

Yo que algún día creí que ese amor seria el nacimiento de una estrella... pero ahora soy una luna orbitando sobre un planeta desierto, lejano, extraño y frio... sobre el recuerdo del día que dijo adiós.

Diana: ¿Castor?


jueves, 8 de julio de 2010

Un Segundo de Atahualpa

Cada vez que la puerta de un bus se abría frente al paradero Atahualpa disminuía su carrera, los dedos iniciaban el conteo uno, dos, tres niños.. uno, dos viejos.. cuatro, cinco niños, tres viejos.. luego su mirada seguía solamente a los niños con la esperanza de que siguieran en línea recta hacia el parque.

Hoy fue diferente, Atahualpa sintió que todo a su alrededor se suspendió, la sangre se agolpó y puso a tamborear el corazón. La mirada se clavó en la figura de ese hombre de piernas largas y nariz de sabueso que apareció en el marco de la escalera del bus y que antes de dar el ultimo paso al andén cubrió furtivamente un bulto largo entre su abrigo azul casi negro.

Los vientos antiguos de sufrimiento y miedo envolvieron a Atahualpa, no se percató del maletín con libros, ni del corbatín de profesor de escuela, tampoco vio la mirada extrañada de Domingo que buscaba descifrar la escena que representaba una estatua expectante ante una puerta de bus cerrándose.

Atahualpa con mirada fruncida de pavor siguió los ocho pasos que necesitaba el hombre hasta el arco de piedra al parque, mientras lentamente los recuerdos revivieron las escenas que le hicieron el ser que es hoy.

Sintió la mano grande y sudorosa de su padre virándolo del brazo, casi le alzaba del piso y con la otra tiraba una maleta.. revivió las carreras de esquina a esquina agazapados huyendo de los traqueteos de disparos que venían de todos lados y retumbaban en su cabeza.. Se arrastraban como ratas a una carreta, sintió el sudor en su cara y un fétido olor a caballo; gritos de dolor y desespero querían salir pero una voz por dentro le hizo tragar las quejas y el llanto sucumbió debajo de la asfixia de la mano grande que le cubrió la cara con fuerza.

Esos pasos de marcha aceleraban el miedo nuevamente, el rostro amable de su padre estaba desencajado con ojos desorbitados buscando escondites y mientras lo escondía con empujones detrás de su propio cuerpo. El peso de la maleta contra el piso, las botas dejabaron de marcar el tiempo contra el pavimento le hizieron consiente de que estaba suelto y sus manos se retorcían una contra la otra..El miedo y la soledad se vistieron de rabia y lo cubrieron.

La visión de la casa flotante en la orilla del muelle que se los llevaría a ese lugar lejano estaba impedida por los soldados con pelo rígido y bultos al hombro que formaron una muralla frente a ellos.

Revivia una y otra vez las suplicas y ruegos de su padre retumbaban como un violin estridente rasgando su pequeño corazón..los soldados revisaban las libretas con fotos. Si solo hubiera puesto atención si hubiera dejado de buscar el barco, no podía recordar ni entender que decían. El eco de la angustia y la rabia de no haber hecho algo se volvió culpa y aún hoy devolver el tiempo era un imposible debía dejar de luchar de querer sacar fuerza para empujar esos soldados con fusiles y echarlos al agua..

Si solo pudiera coger esa mano otra vez no la soltaría nunca más y hubiera corrido atrás tal vez lo llevaría de vuelta a la casa de estufa de carbón y llamas grandes al lado de la cual estaba el asiento que se mecía mientras le contaba cuentos ..consabido dolor le arrugaba el alma como nunca.

Tampoco hoy podía evitar el peso de la mano temblorosa en su espalda..quería darse vuelta, asirse a ella pero en cambio sintió el empellón hacía una escalera que se balanceaba y sus dos brazos pequeñas se colgaron de ese mundo que se abría como una noche oscura y largo.

La mirada de Atahualpa se enfrentó al viento infernal que fue lentamente secando sus ojos y devolviendo uno a uno los que terminaron por ahogarse como el mismo, en es inmenso olor a pescado -impreso desde entonces en sus pulmones.

Mientras tanto las olas con un vaivén indefinible escondían la línea negra del muelle que sostenía a un hombre de cara dulce arrodillado al lado de una maleta de cuero café que parecía un acordeón.

Patricia Peñaloza

Una Historia de Domingo

Domingo sacudía el polvo de la rutina con el bullicio de esos muchachitos correteando detrás de una pelota o llorando por un algodón rosado o una bomba.

Por alguna razón hoy no se sentía acompañado, hacía frío puede ser la luna que apareció temprano.. las cuatro apenas y la gente caminando acelerada hacia la séptima..Y tantas bombas infladas todavía..las contó una a una.

Sintió de pronto un jalón suave a su ruana se agachó y reviso esos pequeños ojos negros brillar en señal de ruego. Lentamente como si hubiera ensayado la escena, amarraba los 17 globos sobre un manubrio oxidado que alguna vez fue azul, mientras respondía las quejas del padre diciendo“..no se preocupe ..van por la casa..” .Recordó los ojos de Tarzán cuando regresaba feliz con el palo en la jeta..como le hacía de falta el chandoso.

Decidió tomar el camino de regreso, los mismos cuadros trazados en el andén acompañado del chirriar de las ruedas del carrito y pensando ..mañana será otro día. De pronto vio colores que la luz de luna dibujaba a su paso parecía como un arco iris dibujado en el pavimento.

Patricia Peñaloza


viernes, 2 de julio de 2010

MONOLOGO EN DOS MOVIMIENTOS SEGIDO DE UN DISPARO

MOVIMIENTO UNO

Acompañado de:

NOCTURNO EN MI BEMOL MAYOR OPUS 9 DE CHOPIN

Los pasos arrastrándose en el cemento son señal de que el encierro terminará. Se abre la cortina… ahí esta la luz. Siento sus dedos manoseando mi cuerpo, luego llega el golpe sobre el golpe y el golpe, las cachetadas. Estira mi boca ¿acaso me quiere callar? El eco de la aventura aparece rompiendo el desanimo, el viento comienza a hincharme la garganta, los pulmones, el estomago. La piel se dilata, las arrugas se evaporan, las mejillas se inflan y la columna se endereza. Quiero que te detengas… detente… detente por favor, ya no más. ¿Acaso alguien me escucha? Nací con la mudez de los corazones muertos, soy ese perfume sin fragancia que sacan de un mostrador lleno de polvo, el aliento que agoniza cuando lo atraviesa una suave cúspide. Vivo de encuentros epidémicos, para mi no existe la profundidad ni mucho menos la eternidad. Mis lágrimas se secan con el nudo del tiempo que esta por desaparecer. Lleno de nada me enfrento a los caprichos del sol, la danza de la lluvia, el desasosiego de las miradas que nunca se encuentran.

MOVIMIENTO DOS

Acompañado de:

CONCIERTO DE ARANJUEZ

Me han negado la posibilidad de contemplar los rostros y el paisaje, la imperfección de las pieles humanas… pero puedo volar… lo hago cuando la red que ata mis sueños a la superficie se libera. Tampoco puedo opinar sobre una cosa u otra, sentir el dulce del chocolate o el acido del maracuyá. Recorro la ciudad preso de los movimientos de los otros, soy testigo de la llegada de los hombres y las mujeres a los sacramentos de una iglesia hipócrita, de las uniones de los enamorados y la bienvenida o la decadencia de los años. Abrazado a la cabeza de una formula química espero mi libre albedrío, mi suerte. La historia dice que algunos de nosotros somos llevados a ritos de liberación y después de los aplausos atravesamos las nubes en nuestra primera salida al mundo otros en cambio, son ahogados en lagunas de harina , olvidados en la gaveta de una vieja cocina, torturados por los sonidos estridentes de una maquina de hacer círculos o por las puntas asesinas de alfileres, lápices de colores, alambres, uñas o dientes. Se dice que somos la alegría de un pueblo egoísta al que no le importa sonreír ¿y entonces, tenemos nosotros que hacerlo? ¿Alguien se ha preguntado si estamos a gusto con lo que somos? Una vez un valiente lo hizo y tuve que presenciar como entre gritos y jalones lo subían amordazado a una camioneta blanca. Tenemos que exhibirnos a la intemperie para ver si alguien se apiada de nosotros y nos lleva a dar un paseo por el parque, alguien que nos cuide, nos invite a una habitación fresca envuelta en alguna esencia pero sobretodo… alquien a quien le importemos un poco, alguien que combata las burlas y reclamos cuando escuche: ¡estúpido… es que no vez que es un globo! Me pregunto… ¿acaso no es lo buscamos todos?

Por: Diana Carolina Daza Astudillo

Romántica, ninfómana y esquizofrénica.

martes, 29 de junio de 2010

Domingo, último día de la semana,

Sensación de un lunes que llega poco a poco,

Manos cansadas

Peso en mis hombros

El reflejo del sol sobre mi escritorio

Recuerdos de un aviso en Internet: “Profesional que soporte altos niveles de frustración… buena remuneración”.

Frustración: Firmar un contrato con cláusula de “libertad bajo palabra”.

Necesidad: Ver a través de la ventana el mundo transcurrir sin decir nada esperando una compensación económica. ¿Conformismo?

Tiempo: ¿Cuál? Recuerdos de infancia muertos… sueños abortados.

¿Qué hora es?

Hora de cerrar éste capítulo de historias no vividas

¡Concentración!

Un globo amarillo frente a mi ventana

Una mujer acaba de morir

¡Que suerte tiene!

Regreso a mi escritorio

Pared, computador, silla… y yo en la mitad

¡Falta poco!

Unas hojas más y podré descansar

Una sonrisa de ironía dibujada en mi rostro….¿Descansar?

Recorre en mi cabeza la idea de lo afortunada que es la mujer tendida sobre el pavimento, pues ahora, a diferencia de mí….

Ella es libre

De si misma

De la sociedad

Del amor

De la frustración

Del olvido

Hora de partir

Atrás las cadenas que yo labré

En casa, una cama vacía

Tu recuerdo

El mal sabor de tu partida

El recuerdo de mi madre… sus palabras en mi cabeza una y otra vez…

“no llores querida Sofía…. tu padre volverá”

Él nunca volvió

La odiaba tanto

¿Me odias papá?

Madre mía,

Es tan grande mi amor

Y tan grande mi frustración

Fuimos una… y ahora no somos nada

Mientras mi cuerpo tomaba forma… escuchó tu tristeza

¿Me amas?... ¿amas a papá?

¿Qué querías de tu vida antes de mí?

No quiero salir… es tan cálido tu cuerpo… y tan fría la realidad

¿Tus frustraciones son ahora mi vida?... ¿Mi realidad?... ¿Mi cárcel?

No amabas a papá y yo no pude amarlo a él….tú estas sola y yo también.

Amado mío, como hacerte entender que tú y yo, aunque caminamos juntos… Mi mundo… no es tú mundo

Queda el recuerdo cálido de tu sonrisa

Mis manos acariciando tu cabello

Mi piel vibrando en los momentos en que éramos uno

Ahora, no somos nada

Nuestras mentes tan distintas

Amor convertido en odio... en desesperación… monotonía… preguntas sin responder… silencios… almas que se desconocen

Con una mirada quedé prendada de tu vida

Con un silencio salí de ella…

¿Me odias?… Aún te amo

Grita tu recuerdo en cada una de mis células

¡Lárgate de aquí!… ¡cobarde!

Que afortunado es el que se va

La muerte es el silencio eterno

Como lo es tu ausencia

Muere en mi mente y déjame descansar

Devuélveme mi libertad… la robaste en el momento en que te mire

Era un ser corriente y vulgar… tu presencia abrió el cajón olvidado

Preguntas sin respuesta

Me desconozco

¿Me cuestiono?

Devuélveme mi libertad

Cierra la puerta que permitió la entrada de tu alma y la destrucción de mí ser.

Elizabeth Rodriguez

jueves, 24 de junio de 2010

Canta un gallo en Soacha,

como pocos

aún lo hacen en las azoteas de otras casas.

Entretanto, la oscuridad emite sus jadeos

moribundos

Sobre los fríos ladrillos descubiertos

que resistieron la madrugada.

Y un hilo de luz aparece.

La Voz dice:

“…Perfectamente.

Así te recuerdo…”.

Horacio aún dormido, prepara el desayuno.

Ahí queda la olleta con caldo

Y un amasijo para dos.

La niña de diez años llevará al pequeño al colegio,

Cuando esté un poco más aclarado el día.

E irá

a ver si se puede

subir a un bus a vender dulces.

Horacio no ha probado bocado

Aún padece la resaca de anoche y

El aburrimiento de siempre.

“…tanto como a ella.

Sobre todo el día de su partida

Hace cinco años

¡Cuánto se sufre!”

La luz ya es un torrente;

la oscuridad, un recuerdo.

Él emprende la carrera hacia el bus verde.

En el Portal del Sur esperará

el bus rojo que se dirige a su destino.

Transcurren las caras de los pasajeros entredormidos.

Pisotones, madrazos y empujones

Hacen parte del ritual de viajar

En cualquier lata móvil.

Horacio lleva su caja y su canasto.

Con los ojos cerrados, va prendido de la otra mano al tubo.

A las ocho comenzará la jornada.

Es viernes.

“No será necesario que sepas

Dónde se encuentra.

…No te merecía.

… No te merecía.

¡Nunca!.

¡Nunca!

¡Nunca!”

Van varios trasbordos.

La monotonía tiene varias dimensiones.

Suena el timbre pero no es un ascensor, como no sea uno

con movimiento horizontal

hacia cientos de pisos invisibles donde impera la rutina.

Son las 8 de la mañana. B1.

Destino: Portal Norte. Estación Profamilia.

Próxima parada, Avenida 39,

anuncia una grabación con la voz de un robot

en profundo estado de depresión.

A lo mejor quisiera echarse a dormir

para siempre.

Un sonido como de gaseosa al destaparse

da la señal:

el bus abre sus puertas.

Un torrente de transeúntes

Descienden de la estación.

“…Nunca me perdonaste

que le haya cascado

Hasta reventarle su cara.

Te lo contaron:

tenía la jeta negra y yo reía de gusto.

¡Cómo me brillaban los ojos de placer!”

El hombre recoge en la panadería de la 37

el carro de rodachines.

Pero él no va de mercado

Sino a vender sus empanadas y sus molinos de viento.

¡Extraña combinación!

“Pero todo fue porque

No lo pude soportar más

Se lo merecía

así no quisieras darte cuenta”.

Horacio pasa la carrera trece y llega al parque.

Con él suben las madres con sus niños al colegio

Hay más de una experta en números,

Que guían a otro chorro de habitantes,

Con su sonido particular de tacones en marcha.

Los cajeros, réplicas en cadena del mismo gen,

siguen los pasos de sus compañeras hacia el banco.

A las siete llegan los especuladores de dinero.

Ganarán mucho. Puede que también enfermen rápido.

Y los gerentes

Miran desde sus aparatos portátiles

Cómo van sus empresas

y negocios.

Sus conductores harán suposiciones sobre cuánto durará

El tiempo del almuerzo.

Emboladores, aseadores y señoras

con termos con café

agua aromática y maizena,

saludan a los porteros

y proveedores de cosas.

Comienza la jornada.

“Ella se encargó de recordarle

A todos mi pasado,

Tú todavía no lo aceptas.

Nunca te faltó sopa, pero

lo que fue parte de mi vida,

sirvió para que marcaran la tuya,

como a una res en el lomo:

a fuego vivo”.

Hacia las diez llega

el vendedor de globos y sus múltiples colores.

Su ocasional clientela es a veces más fuerte después del medio día.

María está iniciando el fuego

de su horno portátil de mazorcas;

“¿Sabías que el padre de esa mujer

fue una vez

también mi cliente?

Bonito suegro el que te conseguiste!

Algún día también tendrá lo que se merece,

Mi Dios santo a todos nos castiga!”

Un atraco a un famoso banco

despierta la atención de la prensa.

Aún es temprano.

Saldo: doscientos treinta millones de pesos robados.

Los asaltantes salieron en motocicleta.

Buen botín.

Saldrá en el noticiero.

“…Porque ella se encargó

De refrescarles a todos

Lo que fueron mis días más grises.

Como si fuera tan lindo

que a una la trataran como a un trapo…

¡Si ya había pasado tanto tiempo desde

Que nos quedamos sin con qué comer.

Fue cuando tuve que venderme para no volver a

Verte entre mis brazos

Morir de hambre,

Eso más nunca lo iba a aceptar!”

El tráfico está colapsado.

Un bus dejó a un pasajero en la mitad de la vía.

Justo cuando éste se bajó, una moto le pasó encima.

Hay aglomeración de gente y patrullas de policía.

Una terrible mancha recorre el pavimento.

Algunos se persignan.

El cantante llanero que venía en el bus

da primero su versión de los hechos al policía;

Luego al de los globos y a la de las arepas.

Y ya casi es hora de almorzar.

.

“Pero, además,

Gracias a tu mujercita esa partida de borrachos,

Disfrutaban cogiéndose la verga

Frente a la puerta de la

pieza donde me instalaste:

Los mismos que de niño te ofendían

Y de los que yo te protegía.

¡Cómo te pegaban!

“Por eso no resistí más y le di una increíble paliza

A esa vieja.

A esa, que precisamente salía de las casas de los tenderos,

Haciendo quien sabe qué cosas:

Tú te empeñabas en no verlo.

“Pero lo que quería era plata,

para abandonarte con Clarita

y el bebé

“¡Que satisfacción me dio, voltearle ese mascadero;

Sólo que en tu obsesión, te pusiste de su parte!

Recuérdalo bien, a diferencia de ella,

fui capaz de todo

Para que vivieras!”

Ya rebasado el mediodía,

La ambulancia se ha marchado y el saldo resultó desastroso.

Pequeños ríos de gente

Van hacia la carrera trece.

“Pero lo que nunca pude soportar fue que

Aquella mañana

Después de que salí

Dejándole la jeta hinchada,

Se desquitó con la niña!

¿Recuerdas que después dijiste que era yo la que la había quemado?

¡Si era mi adoración!

Pero en cambio, la muy desconsiderada le puso

la mano

sobre el fogón

Y días antes ya le había cascado

con el cable de la plancha.

La niña siempre me mostraba sus heridas

Y me decía claramente que había sido su mamá

Má-má, ma-má, Má, Mm-á!

apuntaba hacia su mano y lloraba.

¡Pero no me la creías!

Los restaurantes están llenos.

Los vendedores del parque sacan su comida.

Algunos comparten parte de su almuerzo.

Horacio va por la tercera empanada que se come.

Luego, intercambia dos molinos de papel

por dos globos,

uno azul y otro rojo:

su niño de cinco y su hija de diez

sabrán estar felices esta noche…

“Qué triste es no poder decirte

cómo fueron las cosas.

Espero que al menos

tu día en este parque salga bien”

La tarde está aún fresca,

Aunque recibe una ligera llovizna

Que no dura mayor cosa.

Algunas parejas han pasado por entre las columnas

Comiendo algodón de azúcar.

Horacio sólo ha vendido cuatro empanadas.

Al vecino, le han comprado otro globo.

Aunque difícil, su venta ha estado mejor que la de Horacio.

Los globos tienen más cliente que los molinos,

así se pinchen los primeros.

“Entonces cuando vi a la chiquita

con esas quemaduras

Mientras el niño en su cunita lloraba,

¡No resistí más!

Espere que regresara y le grité que porqué

Se desquitaba con la niña.

Nos enfrentamos.

Dijo que me iba a brujear.

¡Que la ruina me perseguiría por siempre!”

Empieza a tenderse la tarde

Por encima de los árboles,

Del pavimento,

acaparando la estatua.

Un globo se escapa y asciende

mirando el tráfico

De autos y buses

Del tamaño de piedras.

“Ya no podía resistir más.

¿Recuerdas que esa noche envié a los niños

Con mi hermana?

“Era viernes como hoy.

Te embriagaste.

Pasadas las nueve llegaron los tipos que contraté.

La arrastraron de las mechas

hacia esa camioneta.

Desde el sitio en que la tenían la obligaron

A escribir esa carta.

Esa era una de las condiciones.

La otra, era acabar con ella

De un sólo tiro.

Nada de golpes.

Aunque se los traía merecidos”

Transcurren un par de apretones de mano,

Anunciando un reencuentro entre compañeros

de la jornada de mañana.

Ya hay oscuridad.

Horacio guarda las cosas en su caja.

El trayecto es largo.

“Horacio, estoy aburrida de esta vida contigo.

Ahí te dejo a los niños…,

tu madre me pegó…

Cómo te odio!

–decía con su letra

Esa mujer …

Y se despedía de su asqueroso viejo,

diciéndole que más adelante

cuando tuviera plata

tendría noticias de ella…”.

El tumulto de gente haciendo paradas

A sus buses, conforma un caos.

La noche le da su bienvenida

A universitarios, borrachos y ladrones.

“No podía aguantar más.

Ya no hay vuelta atrás.

Se que la amabas pero tus niños

Eran mis ojos.

Y tú, mi corazón

Daría todo porque me escucharas:

Ahora mismo!”.

Entrada la noche,

Clarita ha llegado con unas monedas.

Deja los dulces que sobraron en la mesa.

Horacio la besa a ella y al niño

Cada uno está dichoso con su globo.

Se preparan para ver la tele.

“Mi dios es muy bravo.

Hiere hasta la eternidad

Regalarte palabras

que por más que te diga,

Jamás podrás escuchar:

Nadie escucha,

Cuando se habla entre las sombras.

¡Cuánto se sufre!”

¡Cuánto se sufre!”

¡Cuánto se sufre!”

Horacio ajusta la puerta.

En la tienda,

le espera el licor acostumbrado:

ese juego desolador

entre el recuerdo y el olvido.

Por: NelsonRodrigoBarónRocha





martes, 22 de junio de 2010


ESTAMPIDA

Intenta abrir los ojos, no puede, el sol quema, duelen. ¿Dónde estoy? No siente los brazos, los hombros, las piernas, es como si su cabeza estuviera suspendida en el aire. Un perro se acerca, le lame la mano, entonces reconoce su cuerpo. Mueve entonces los dedos de la mano derecha, están vivos, se doblan. La cabeza es una licuadora. Frente a él, la imponencia de un reloj sentado en una torre de color blanco marcando las doce en punto. ¿Dónde estoy? Desea ponerse de pie, toma fuerzas, se cae (mejor sentarse) el estomago es una licuadora. El niño con el globo en la mano le muestra la lengua, el joven en patines se burla, la anciana en silla de ruedas le sonríe, el payaso en la bicicleta de una sola rueda, lo ignora. Algodón de dulce, raspados. ¡Qué sed! ¿Donde estoy? ¿Donde están Martin y Javier? ¿Y mi chaqueta? ¿Y mi billetera? ¿Y las bailarinas exóticas tejiendo la noche de sábado? Nuevamente intenta levantarse, las rodillas se doblan, los pasos no encuentran firmeza. El estomago es una licuadora, la cabeza es una licuadora, que alguien le ponga OFF por favor. Avanza, el niño de la patineta lo adelanta, las jovencitas se toman fotografías con el payaso, el gordo sentado en el prado se ríe a carcajadas mientras su esposa reparte presas de pollo a sus hijos. ¡Qué sol tan HP y que sed! Le duelen las piernas, le duele el ego pues Margarita no quiso pasar la noche con él y su jefe prefirió a López para la dirección comercial. Los globos reventados en el pavimento son señal de otra despedida de soltero. Un anciano llora mientras arrastra una pipeta de helio. ¿Disculpe, usted ha visto a Martin? Martin, mi amigo, seguro q él sabe como llegamos a la casa.

Por: Diana Carolina Daza

sábado, 5 de junio de 2010

LA HISTORIA DE LOS GLOBOS

-Qué es poesía?

Pregunto el niño del rincón izquierdo del salón, ese junto a la ventana, durante la última clase de literatura de la semana. En ese momento sus compañeritos, de no mas de 10 años empezaron a hacer sonidos burlones y a unir ambas manos haciendo un corazón entre ellas.

Su profesor, hechó una mirada ausente al niño, que ya estaba de mil colores y enseguida se giro dando la espalda a su joven público, y empezó a escribir desbocado en la pared pintada de verde, también llamada tablero. Los niños desconcertados fueron callando poco a poco mientras leían la suerte de frases absurdas que escribía el profesor, tales como “una vaca roja ladrando a la luz de una vela”. La tiza blanca dejó de chirriar y un silencio, casi aterrador para un salón de primaria, reinó en el ambiente.

El profesor con un gesto entre iracundo y burlón miró a sus alumnos y simplemente dijo -La poesía es la forma más sincera de escribir mentiras que no lastimen- Enseguida se escuchó el timbre que daba la bienvenida al fin de semana. Ese timbre que lo dejó echar a correr, libre, alejándolo por al menos un par de días de su rutinaria docencia.

Precisamente el mismo viernes, antes de entrar a clase, antes de bajar del bus, incluso antes de salir a la calle, abrió la puerta de su casa y justo tenia que encontrar extendidas a lo largo del pasillo: serpentinas! Hubiese deseado que fuera ceniza de cigarrillo, hasta chicle pegado en el pomo de su puerta… pero solamente podían ser serpentinas lo que lo tenia así.

Ese frondio, multicolor, detestable, empalagoso y festivo chiquero había invadido el pasillo frente a su puerta, dejando todo como el cadáver de una fiesta, de una aglomeración de chusma y humores, todos moviéndose al son de estrepitosos ruidos desafinados. Efectivamente, era uno de esos días detestables, en los que sus vecinos desaforados le habían perturbado el ambiente. -No es que sea maniático, es simplemente cuestión de respeto- se repetía mentalmente una y otra vez mientras bajaba en el ascensor hasta la portería del edificio. El celador lo saludo de la manera mas cordial. Se le notaba por encima el sarcasmo en su sonrisa. Era evidente su participación en semejante conspiración en su contra, siendo claramente el la única victima mortal de esa abrupta ofensa.

Camino al bus, un sin fin de palabras inimaginables se le cruzaban por su mente, cosas que le hubiese gustado decir en la situación dicha, o tan solo acciones que lograrían alivianar su… enojo? Pero todo, al final del día daría igual. De todas formas ya era viernes…


Durante el día cayó en cuenta que tal vez era la primera vez que dedicaba parte de su tiempo a hacer una reflexión acerca de su ritmo de vida. Podía reflexionar en torno a la organización específica que se le daban a los productos del supermercado, o al orden con el que guardaba los recibos de pago en el fuelle de papeles importantes. Podía analizar la lógica con la que la gente elegía la silla del bus en la que se sentaba, pero jamás había dedicado algunos minutos a la introspección.

No era el típico profesor de recibir manzanas durante sus clases. No era el típico consejero estudiantil que todos en la sala de profesores pretendían ser. Lo tenía claro, casi tan claro como su almuerzo diario. Tampoco lo buscaba, no era una prioridad para el. Impartir literatura simplemente era su oficio, pero sin ir mas allá con esos ideales románticos que comprometen el oficio en las aulas de clase. No era indispensable. Sabía que tan solo consistía en la entrada que lo alimentaba. -Eso es todo- musitaba mientras se convencía de vender su alma al diablo.

Algunos dirían que era una persona vacía, muerta por dentro. Otros asegurarían que era un amargado sin remedio, un falto de mujer, de calor de hogar. Algunos, sin juzgarlo, ni justificarlo, tan solo dirían que era un maniático que despertaba curiosidad. También sabía quien lo pensaba, lo sentía en sus miradas. Siempre habían miradas, fuera de intriga, de burla, hasta de lástima. Pero siempre estaban atacándolo como proyectiles. Palabras? Jamás. Las palabras no circulaban, se quedaban libres al vacío. No llegaban, o tal vez no salían. Pero daba igual. Ese no era su motivo de preocupación.

Retomando, después del timbre -bendito timbre, días como ese más que en otros- siempre pasaba por el mismo parque. Igual. Siempre el mismo. Fuera lunes o domingo. Siempre igual. Lo odiaba. A medida que disminuían los pasos para acercarse a ese punto, su sangre bullía con mas fuerza, las manos comenzaban su típico sacudón (del cuyo motivo no estaba seguro). Sin embargo, ahí estaba, a menos de una cuadra. Semáforo en rojo, peatones apurados caminando atropelladamente sobre la cebra, desprendiendo el típico almizcle de tarde lluviosa. Algarabía, desenfreno. Niños corriendo, Globos.

En sus tardes más optimistas soñaba con destruir –sin saber si con una bazuca o con un alfiler- tanto bullicio en torno a ese contenedor de helio a base de latex. Cortar de raíz toda esa pelotera que giraba en torno a una insignificante pipeta de helio. -Qué era acaso eso tan emocionante, a un extremo casi diabético que atraía tanto a “grandes, muy grandes o chicos”?-

Mientras buscaba adentro suyo respuestas, soluciones y encontrando solo más y más preguntas, se le habían agotado los pasos y ya se ubicaba en frente de ese viejo y oxidado portón marrón, que le extendía los brazos recibiéndolo una vez más.

Pero ese día, en particular, curiosamente los acontecimientos no se daban igual que todos los otros días, tan comunes y corrientes, en los que pasaba por allí. No era un día especial. Definitivamente él no cumplía años, no los cumplía alguien cercano… había alguien? Era un día intrascendental a simple vista, nada de aniversario o fiesta local, aparte de la normal para un viernes.

A veces sucede que algo hace “click”. Al menos ese viernes sucedió. Se dio cuenta que estaba harto. Desesperado, al límite iracundo. No aguantaba más. Esos niños insoportables y que decir de los vecinos desconsiderados. La bulla. Porqué tanta bulla, siempre. Algo debía haber por hacer. Una solución, un remedio, la cura.

Mientras en su mente se golpeaba contra las paredes, gritaba, rompía cosas y quemaba otras tantas –porque a pesar de eso seguía sentado en la mesa del comedor, cuan rígido podía estar, como siempre, en un mutismo absoluto- comprendió que pese a no ser ese su estilo, era un momento de pasar al hecho.

Otros hubiesen dedicado su fin de semana a embriagar sus penas, odios y desamores. Él en cambio, de la forma más fría y calculadora ideaba un plan para manifestar su colérico estado de ánimo. Sacó del empolvado cuarto de sanalejo una rechinante escopeta, que por supuesto era prestada. En compañía a un roído libro de bocetos Da Vincescos la intervino, con la idea de crear el arma más letal posible, que su mente en el clímax del odio podría recrear.

Claro está que desconocía la existencia de arma yetas, bombas molotov y una bazuca le venía siempre a la mente porque el nombre le sonaba particularmente simpático y perturbador a la vez. Sin embargo estaba dispuesto a ser el hombre más bélico para destruir al menos algo de todo ese cúmulo de razones que le hacían su vida tan miserable.

Ese sábado después de desarmar (ubique aquí cosas inimaginables desarmables para este fin). Después de construir el peculiar y letal artefacto, vislumbró el paso a seguir. Ahora sabía que debía hacer.

La mañana siguiente, con firme determinación se encaminó hacia el repulsivo parque. Su empalagoso ambiente de cálida mañana dominguera embriagaba a todo transeúnte que cruzaba por la zona. Olores, espacios, risas, colores. De nuevo, entre el bullicio y el alboroto su temblor incontrolable ya era cada vez mas notorio. Metió la mano dentro de la chaqueta, mientras tenía la otra dentro de la mochila que portaba el calmante de su agonía. Su pecadora abominación. La más perfecta.

Treinta pasos, un tumulto de gente, la pipeta, él y los globos. Malditos globos. Cinco minutos y un movimiento rápido.

Todo sucedió con tal velocidad que se torno irreal, casi imperceptible. Había detectado su diana, había hecho su maniobra, y la escopeta intervenida estaba apuntando su blanco. Tira del gatillo y su temblor incontrolable –reflejado en los globos, pero atenuado por el viento que los bambolea- es traspasado a la mano con la que, en ese instante, los está sujetando Domingo.
Pobre Domingo.



Catalina Rodríguez