Intenta abrir los ojos, no puede, el sol quema, duelen. ¿Dónde estoy? No siente los brazos, los hombros, las piernas, es como si su cabeza estuviera suspendida en el aire. Un perro se acerca, le lame la mano, entonces reconoce su cuerpo. Mueve entonces los dedos de la mano derecha, están vivos, se doblan. La cabeza es una licuadora. Frente a él, la imponencia de un reloj sentado en una torre de color blanco marcando las doce en punto. ¿Dónde estoy? Desea ponerse de pie, toma fuerzas, se cae (mejor sentarse) el estomago es una licuadora. El niño con el globo en la mano le muestra la lengua, el joven en patines se burla, la anciana en silla de ruedas le sonríe, el payaso en la bicicleta de una sola rueda, lo ignora. Algodón de dulce, raspados. ¡Qué sed! ¿Donde estoy? ¿Donde están Martin y Javier? ¿Y mi chaqueta? ¿Y mi billetera? ¿Y las bailarinas exóticas tejiendo la noche de sábado? Nuevamente intenta levantarse, las rodillas se doblan, los pasos no encuentran firmeza. El estomago es una licuadora, la cabeza es una licuadora, que alguien le ponga OFF por favor. Avanza, el niño de la patineta lo adelanta, las jovencitas se toman fotografías con el payaso, el gordo sentado en el prado se ríe a carcajadas mientras su esposa reparte presas de pollo a sus hijos. ¡Qué sol tan HP y que sed! Le duelen las piernas, le duele el ego pues Margarita no quiso pasar la noche con él y su jefe prefirió a López para la dirección comercial. Los globos reventados en el pavimento son señal de otra despedida de soltero. Un anciano llora mientras arrastra una pipeta de helio. ¿Disculpe, usted ha visto a Martin? Martin, mi amigo, seguro q él sabe como llegamos a la casa.
Por: Diana Carolina Daza
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